Para los que solo conozcan al saxofonista sueco a través de sus Basement Sessions, la serie de tres discos publicados por Clean Feed, les resultará inesperada una grabación tan clásica como esta, aunque la sorpresa no es tanta si se ha seguido su trayectoria en su propio sello Moserobie, que cumple 15 años documentando la escena sueca con una coherencia admirable. En efecto, Kullhammar es un apasionado del jazz de los 60, en especial del cuarteto clásico de Coltrane, y así se ha venido reflejando en su producción discográfica.
La excusa perfecta para este ejercicio de clasicismo es que se trata de la banda sonora para una película de su compatriota Mikael Marcimain, adapatación de la novela homónima de Klas Östegren, cuya acción transcurre a lo largo de los años 60 y 70, por lo que la premisa que debían cumplir sus composiciones es que resultaran creíbles como música de aquella época. El resultado podría encajar a la perfección en el catálogo Blue Note con recreaciones del hard-bop característico del sello, pero también baladas a lo Dexter Gordon, post-bop avanzado al estilo de Bobby Hutcherson, y hasta un homenaje explícito al excéntrico soul-jazz del olvidado George Braith con Kullhammar tocando stritch y saxello, antes de cerrar con un toque desenfadado de jazz tradicional.
La banda que sirve de base al saxofonista es un cuarteto con el piano de Carl Bagge, el contrabajo de Torbjörn Zetterberg y la batería de Johan Holmegard, pero a medida que la acción de la película se desplaza en el tiempo y en el espacio recreando los clubs de jazz de Estocolmo, Copenhague y París, el estilo de la banda sonora va evolucionando y en la parte final se añade la corneta de Goran Kajfes y se sustituye el piano por el vibráfono de Matthias Ståhl. La parte central cuenta con un invitado de lujo, el saxofonista Bernt Rosengren, leyenda del jazz sueco al que algunos conocimos junto a Krzysztof Komeda en otra deliciosa banda sonora, la de "El cuchillo en el agua", el deslumbrante debut en la dirección de Roman Polanski. Con la pareja de saxos, el disco alcanza su momento álgido en la prodigiosa "Ballad for Bill", con primorosos solos sobre el fondo de un piano evansiano.
Aunque ha pasado totalmente desapercibido al publicarse en una edición limitada solo en vinilo, y a pesar de su brevedad incluso para el formato LP, con apenas 32 minutos de duración, este no es ni mucho menos un disco menor en el catálogo del saxofonista líder de Angles. El para mí desconocido trío del pianista Mathias Landæus, con el bajista Johnny Åhman y el baterista Jonas Holgersson, se revela como el acompañamiento ideal para el desgarrador saxo de Künchen.
Si en las últimas entregas de Angles la fórmula da muestras de agotamiento y empieza a hacerse algo reiterativa, la interpretación aquí del clásico "Don't Ruin Me", incluido en Every Woman Is a Tree, primer álbum de la banda, alcanza una intensidad sublime. Sin la exuberancia de Angles ni la fiereza del Trespass Trio, Künchen se emplea con la misma pasión a lo largo de estas cuatro lamentaciones, piezas reducidas a su esencia que guardan una unidad impecable como si fueran parte de una suite, interpretadas de forma sumamente pausada y con una solemnidad descarnada. Un ambiente hechizante que solo se rompe con la más asilvestrada pieza final, "One Minute of Innocence", firmada por el pianista. Un disco asombroso pleno de emoción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario