Sin hacer mucho ruido, Orrin Evans alcanza con su vuelta a Criss Cross la redonda cifra de una veintena de discos publicados a su nombre o al de bandas lideradas por él como Tarbaby.
Está claro que el trío es uno de sus formatos preferidos y en este caso con el polifacético contrabajista Eric Revis y el dinámico batería Donald Edwards da un repaso magistral a una amplia muestra de estilos en la que se cuelan cada vez más influencias, de la irresistible lectura funky del Blues Connotation de Ornette Coleman al post-bop a lo Herbie Hancock de Commiment, del swingueante Dorm Life, un tema recurrente en su discografía, a baladas extremadamente lentas como Rockin' Chair. Una de las grandes virtudes del pianista afincado en Filadelfia es su capacidad para rebuscar en repertorios ajenos y sacar petróleo de temas poco conocidos. En esa línea, el momento culminante del disco es sin duda African Song, un oscuro tema del saxofonista Bill McHenry reinventado como una maravilla de sabor ellingtoniano con el añadido de Ben Wolfe creando un hipnótico juego de contrabajos y un piano celestial digno de Andrew Hill.
Por si no quedaba claro con sus recientes entregas en el sello Posi-tone, este disco confirma que Orrin Evans ha alcanzado una plena madurez creativa y que este trío nada tiene que envidiar a otros más mediáticos como el de Brad Mehldau o incluso al del endiosado Keith Jarrett. Sensacional.
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martes, 23 de julio de 2013
martes, 21 de septiembre de 2010
Orrin Evans - Faith in action (Posi-tone, 2010)
Ya un veterano con numerosos discos a su nombre (la mayoría en el sello Criss Cross) que no siempre le hacen justicia, el pianista Orrin Evans debutó este año en Posi-tone, una de las etiquetas más activas en el área del neo-bop.
El disco es casi un homenaje a su antiguo patrón, el saxofonista Bobby Watson (la mitad de los temas son versiones), pero ese es un detalle sin demasiada importancia, ya que cobran nueva vida en sus manos. Aunque la influencia monkiana es palpable en Two steppin' with dawn, y la huella de McCoy Tyner se deja notar, Evans no se deja clasificar fácilmente y en los temas más vibrantes encontramos semejanzas con el toque percusivo de Geri Allen o incluso de Vijay Iyer (obsérvese el fascinante juego rítmico de Don't call me Wally o la electrizante tensión de su lectura de Appointment in Milano).
Este estupendo disco confirma que el pianista de Filadelfia es uno de los más destacados del momento, que sea menos conocido que otros nombres más mediocres sólo puede ser achacable a razones de marketing; como en el caso de Mulgrew Miller (otro pianista para pianistas), quizás no ofrezca nada especialmente llamativo con lo que llenar páginas en los medios, sólo música rigurosa e impecable, al fin y al cabo lo más importante.
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