jueves, 11 de abril de 2013

Federico Ughi - Songs For Four Cities (Skycap, 2012); Quartet (FMR, 2013)


El italiano Federico Ughi es uno de los muchos baterías que se decide a liderar sus propias bandas y es también uno de tantos músicos de jazz europeos emigrados a Nueva York en busca de oportunidades. Desde que en el año 2000 se afincó en la gran manzana ha frecuentado los círculos del free que se mueven en torno a William Parker, destacando su estrecha colaboración con el multiinstrumentista Daniel Carter reflejada en varios discos publicados en su propio sello 577 Records.

Songs For Four Cities, editado el pasado año por el sello germano Skycap e inspirado en las cuatro ciudades protagonistas de su periplo vital (Roma, Londres, Montreal y Nueva York), no es ni por asomo lo que cabría esperar con ese currículo. El cuarteto reunido para la ocasión comparte las virtudes perfectas para un primoroso ejercicio de neoclasicismo: el saxo ardiente de Darius Jones, erigido en heredero de Arthur Blythe, el piano conmovedor de Eri Yamamoto (que ya había grabado a dúo con Ughi en Duologue), y el contrabajo sobrio de Ed Schuller, que fuera miembro del quinteto de Paul Motian. Apenas algunos ramalazos de free clásico asoman en When We Cry, pero el disco responde a un único credo: la melodía por encima de todo, los ecos del cancionero tradicional italiano impregnan temas tan evocadores como Pasolini The Painter y Uno Fa Tanto. Un precioso disco que de haberlo descubierto a tiempo hubiera estado entre mis favoritos de 2012.

Quartet, recien aparecido en la etiqueta británica FMR, deja clara su admiración por Ornette Coleman, con el que Ughi ha tenido la oportunidad de estudiar no hace mucho tiempo. La influencia en su música es más que patente, no en vano Ornette fue también un melodista que basaba sus improvisaciones en sencillos motivos de blues. El cuarteto, con la misma instrumentación que su modelo, cuenta con el contrabajista Max Johnson, revelación del pasado año con dos discos soberbios, el cada día más espléndido trompetista Kirk Knuffke, y el joven y para mí desconocido saxo alto David Schnug. En una onda muy diferente al anterior, más dinámica y juguetona, sigue poniendo en primer plano unas melodías infecciosas, algunas descaradamente ornettianas como Technicolor, otras tan atractivas como Circled Square, de esas que no te puedes quitar de la cabeza. Un disco aparentemente modesto, sin grandes alardes, pero que es una delicia de principio a fin.

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