Dejémoslo claro desde el principio, el interés para el mundillo jazzístico de esa inacabable pedrea que son los premios Grammy es poco menos que nulo. La edición de este año hubiera pasado tan desapercibida como de costumbre de no haberse alzado Esperanza Spalding con uno de los galardones de postín, el de artista revelación. La noticia recorre la red con la chusca coletilla del enfado de las seguidoras de un supuesto ídolo de adolescentes que aspiraba a la distinción.
Pero ¿se trata realmente de una sorpresa? La joven contrabajista y cantante (26 años) posee algunas cualidades evidentes para convertirse en un producto vendible, es guapa, con su eterna sonrisa transmite simpatía y al contrario que en esos éxitos prefabricados su imparable ascensión a la fama no parece basada en una impostura, sino en un carisma y un talento ciertos. No menos importante, graba para Heads Up, subsidiaria de un sello, Concord, que suele tener una desproporcionada buena mano en el reparto de trofeos de esta ceremonia de marketing, y a ello se añade un dato nada despreciable, parece que tuviera enchufe con Obama, ya que ha tocado varias veces en la Casa Blanca e incluso como invitada en la entrega del Nobel en Oslo.
En cuanto a la música, suponiendo que fuera lo más importante, sus credenciales como contrabajista están más que contrastadas, cualquiera no tocaría en el Us Five, la banda de Joe Lovano, un puesto que le proporciona respetabilidad y que pese a su precocidad compagina con su labor como profesora en Berklee. Pero no es por esta faceta por la que parece dispuesta a convertirse en un fenómeno, sino por una carrera propia en la que al contrabajo añade sus dotes como cantante de voz angelical y que se ha traducido ya en tres discos. Hay quién se pregunta si lo que presenta en ellos es realmente jazz o como en el caso de otras celebridades se trata simplemente de pop realzado con ropaje jazzy.
No cabe duda que la chica es de las que abre sus oídos a todo tipo de géneros, en su reciente Chamber Music Society se hacía acompañar de un grupo de cuerdas, le fascina la música brasileña, ha colaborado con el Niño Josele, se codea con Prince, le entusiasman los devaneos con el hip hop de gente como Robert Glasper, pero ¿acaso no es esa tendencia a asimilar otros estilos una de las señas de identidad del jazz? Su música puede parecer algo descafeinada o incluso insulsa, pero no se le puede negar su impronta jazzística por más que tenga todas las papeletas para traspasar fronteras y acceder a públicos mucho más amplios.
¿Tendrá alguna consecuencia para el jazz este hito que ha despertado el entusiasmo de la escasa comunidad jazzera de Twitter? Más bien ninguna en absoluto, al igual que no la tiene que Herbie Hancock, en otro tiempo prodigio de los teclados, tenga en este tipo de saraos una presencia inversamente proporcional a la calidad de su música.
¿Cada vez menos Esperanza en el jazz? por Yahvé M. de la Cavada en Muro de Sonido de El País.
Había leido alguna cosa sobre ella, pero con estas revelaciones que estoy leyendo me estoy empezando a enamorar de Esperanza. Escuharé su música a ver si este flechazo se consolida.
ResponderEliminarSaludos Cayetano