Entre las novedades ya anunciadas para el próximo año uno de los platos fuertes es el doble CD de Matthew Shipp Art of the Improviser (Thirsty Ear). El pianista, que el pasado 7 de Diciembre cumplió 50 años, es uno de los pocos al que no le viene grande el calificativo de genio, y a estas alturas de su carrera no tiene nada que demostrar.
Pero lo que más páginas han llenado últimamente han sido sus polémicos puntos de vista. Shipp es de los que no se muerde la lengua, en el documental Icons Among Us: Jazz in the Present Tense, sorprendía por la contundencia con la que se rebelaba ante la excesiva reverencia, cargada de complejo de inferioridad, frente a las vacas sagradas del pasado. En la misma línea no ha tenido empacho en reivindicar su originalidad y ha cuidado mucho de distanciarse de Cecil Taylor, reconociendo mas bien su admiración por Bud Powell, Thelonious Monk y en el plano armónico por Bill Evans. Su frustración ante el hecho de que el cuarteto de David S. Ware, aunque elogiado por la crítica y fichado por Sony, no lograra salir del underground, ya le había llevado a cargar contra el de Wayne Shorter, del que opinó que disfrutaba de un estatus inmerecido, lo que le valió una respuesta de Ethan Iverson en la que equiparaba su actitud con la intrasigencia de Wynton Marsalis. Más recientemente no dudó en ampliar el tiro hacia esos grandes nombres que acaparan las portadas de las revistas desde los 70, como Jarrett o Hancock, del que no tuvo reparos en calificar de basura su producción de los últimos años.
Tras amagar con una retirada discográfica, Shipp dio un giro a su trayectoria en el nuevo siglo desde la dirección artística del sello Thirsty Ear coqueteando con la electrónica y los ritmos del hip-hop, una estética que desconcertó a muchos de sus más fieles seguidores, pero que hoy se puede valorar como una faceta más de su empeño en abrir nuevos caminos. Sin embargo, si examinamos su discografía del último lustro, parece evidente una vuelta a sus orígenes como abanderado del post-free. Este mismo año se publicó su reunión con el saxofonista (aquí solo al clarinete) Sabir Mateen: SAMA (Not Two), lo que nos trajo a la memoria su debut hace ya 22 años con Sonic Explorations (Cadence), donde hacía pareja con Rob Brown, un arte del dúo que siguió frecuentando (salvo en su colaboración con Roscoe Mitchell) con músicos de su círculo más íntimo: William Parker, Joe Morris y Mat Maneri.
El otro registro discográfico de 2010 fue 4D, una recapitulación de su estilo a piano solo que incluía sus recurrentes visitas al cancionero popular: Frere Jacques, Autumn Leaves, Greensleves, y su confesada veneración por Duke Ellington: Prelude to a Kiss. El disco era también una continuación de la exploración de todas las posibilidades del piano presentes en otras dos obras recientes: One y Un Piano, en las que es notoria su afinidad con ciertos compositores clásicos como Debussy o Scriabin. Aún más evidente resulta esa vuelta atrás en sus dos últimas grabaciones a trío: Piano Vortex y Harmonic Disorder, ambas con un Joe Morris reconvertido a contrabajista y el batería Whit Dickey, un fiel colaborador en sus comienzos. Su próxima entrega sigue apostando por estos dos formatos, el solo y el trío, esta vez con sendos registros en vivo, con la única novedad de que el trío cuenta con Michael Bisio sustituyendo a Morris en el contrabajo.
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