martes, 7 de septiembre de 2010

La era de la sobreabundancia

"Tenía un disco de Dizzy titulado 'Woody'n you' y un disco de Jay McShann con Bird, titulado 'Hootie blues'. En ellos fue donde primero oí a Dizzy y a Bird, y no pude creer lo que tocaban. Eran terribles. Ademas tenía un disco de Coleman Hawkins, un disco de Lester Young y uno de Duke Ellington, con Jimmy Blanton en el bajo, que también era de puta madre. Y basta. Aquellos eran todos mis discos." (Miles Davis, Autobiografía).
Como en estos recuerdos de juventud de Miles, en otros tiempos la dificultad de acceder a nuestra música favorita hacía que nos conformáramos con unos pocos y selectos discos que oíamos hasta la saciedad.
En cambio, la era del mp3 se caracteriza por una sobreabundancia que alcanza proporciones descabelladas y que va cambiando nuestros hábitos como oyentes a toda velocidad. La llegada del CD, un formato que por de pronto estiró la duración del LP, ya había supuesto una ingente cantidad de música en el mercado, incluyendo en el caso del jazz masivas series de reediciones del período clásico. Sin embargo, siempre quedaban joyas ocultas que permanecían en el olvido. Esas grabaciones también comenzaron a circular por la red con la llegada del mp3, pero no quedó ahí la cosa, prácticamente cada concierto de las bandas más destacadas del panorama actual tenía muchas probabilidades de acabar rápidamente entre sus seguidores, a veces casi de forma inmediata. Algunos músicos respondieron a esta situación tratando de rentabilizar esa demanda ofreciendo este tipo de material para descarga en sus webs: Dave Holland o Bill Frisell son algunos ejemplos recientes.
Difícil no sentirse abrumado por semejante avalancha. El aficionado se encuentra en una situación en que va acumulando música a un ritmo mucho mayor del que es capaz de digerir sin saber qué estrategia adoptar para intentar escrutar su creciente discoteca (el trompetista Dave Douglas se proponía en un post de su blog iniciar una escucha alfabética, una tarea hercúlea naturalmente condenada de antemano al fracaso).
Y en esto llegó la última vuelta de tuerca: Spotify, un servicio de escucha en 'streaming', sin necesidad de esperar a la descarga, de enormes catálogos de las principales multinacionales del disco, pero también de numerosos sellos independientes, lo que unido al concepto emergente de 'nube' amenaza con cambiar para siempre la idea de posesión de música, al poder quedar ésta a nuestra disposición en la red en lugar de tener que almacenarse en nuestro disco duro.
Son indudables las ventajas para el oyente informado y con criterio de tanta oferta, pero no son menos los peligros, uno de ellos lo ponía de manifiesto Jonny Greenwood (Radiohead) en una reciente entrevista, que las escuchas se hagan cada vez más superficiales y la música quede convertida en un mero elemento decorativo. Otro es la hiperespecialización, los estilos se subdividen en parcelas cada vez más específicas, lo que unido al ansia fanática de rastrear absolutamente todo lo grabado por nuestro músico preferido, puede dejarnos encajonados en una escucha sin fin de las giras de Grateful Dead, las grabaciones inéditas de Sun Ra, o la música para películas de John Zorn. Y ya que mencionamos al abanderado de los excesos, otra cuestión es si podemos tomar en serio que cuándo Zorn anuncia su intención de publicar 12 discos en 2010, al moderado ritmo de un disco mensual (como el recibo de la luz), el nivel creativo de su obra no va a quedar mermado por semejante fecundidad, pero me temo que esto daría para tema de otro post.

7 comentarios:

  1. la excesiva oferta existente complica la escucha del material. imposible detenida. pero quiza el problema sea para los que vayan llegando a la música, pues de primeras se encontraran con un oceano de dimensiones... los que ya nos hemos creado unos criterios, unas ideas, líneas... en los años de vacas flacas y que fuimos creciendo con este barroquismo podemos ensimismarnos en uno de esos apartados que citas. renunciar a lo demas porque hemos elegido. bien o mal no importa (aqui al menos). pero los "recienllegados" ... ¡que pena si se ensimisman sin tener de verdad una vision amplia!

    ResponderEliminar
  2. Se me ocurre algo que considero importante sobre los mp3's o el Spotify, y es la poca calidad de sonido que ofrecen ambas opciones, o esos archivos musicales los sacamos fisicamente del ordenador para poder escucharlos en el equipo musical de casa, cosa que se puede hacer con los mp3's ( si es que no están muy comprimidos ) pero que en el caso del Spotify no es posible, o estamos condenados a eso que os decía, a escucharlos con muy poca calidad, y los aficionados al jazz, al menos los más veteranos, estamos acostumbrados a la calidad de sonido, no en balde quien mas y quien menos se ha gastado su dinerito en comprar un buen equipo de sonido para disfrutar la música en condiciones. Supongo que existe la opción de conectar el ordenador al equipo de música, pero claro para eso, y al menos en mi caso no es así ya que ambos tienen que estar cercanos y....
    En fin que cada vez se es menos exigente con la calidad de sonido por culpa de la música online

    ResponderEliminar
  3. Sí, a algunos no nos molan nada los mp3, como se puede ver en la foto.

    ResponderEliminar
  4. No estoy de acuerdo con en este tipo de mensajes "desesperanzadores". En definitiva, creo a lo largo de la historia cambian las formas, pero la esencia del comportamiento del hombre sigue siendo la misma.

    Yo me manejo con gigas y gigas de mp3, y cuando un disco me pega, lo hace de lleno y me llevo días y días escuchándolo sin parar. El problema es que el público que consume masivamente música se ha disparado, y se tiende a pensar que entre tanto ruido informativo la peña no va a saber manejarse. Esto para mi es un error, pues creo firmemente que entre tanta gente escuchando horas y horas de música hay tantos o más tipos con mejor y más amplia perspectiva que antes, cuando el acceso a la música no era tan accesible.

    Desde aquí lanzo otra pregunta motivada por la cita de Davis: cuántos de los colegas del trompetista contaban en casa con un tocadiscos y un puñado de vinilos? (recordemos que Davis venía de familia acomodada...)

    ResponderEliminar
  5. Creo que en general es un tema que nos sugiere más preguntas que respuestas. No tengo ni idea de qué comportamientos generales generará esta situación de música a todas horas, en todas partes y con sólo pensar en "clicks".

    Antes existían unos sellos referenciales que decidían a quién y cómo grabar. Ahora los sellos se desvanecen y son los propios músicos los que deciden cómo grabar pero... ¿no habrá una brecha entre quienes saben cómo utilizar las nuevas tecnologías y los que "simplemente" son músicos? ¿Quiénes conseguirán atención? ¿Los que hacen buena música o los que saben cómo darla a conocer?

    A partir de ahí, ¿cómo posiciono mi música en el mercado? ¿Cómo hago para que mi grabación, publicada en un sello que soy yo mismo con mis circunstancias, se dé a conocer? ¿Pagar un anuncio en google para que al buscar "jazz" salga mi disco en lo alto?

    ¿Seguirá grabándose según los parámetros del concepto LP? ¿Pasaremos a un continuo de directos? ¿Temas sueltos conforme surgen?

    Tengo la sensación de que incluso quienes nos consideramos oyentes "ejemplares" estamos cayendo en las tentaciones del "picoteo" digital y perdemos (es una generalización, lo sé) la sana costumbre de enfermar de darle vueltas a un disco. ¿Es relevante la mayor parte de la música a la que prestamos unos minutos?

    ¿Dónde queda el papel del "mediador"? ¿Queda espacio para el periodista especializado, para el crítico? ¿Estamos ante el sálvese quien pueda? (a este respecto participé en una mesa redonda de Imaxina Sons con Yahvé de la Cavada y Nuno Catarino y, la verdad, me fui con más incertidumbres de las que ya llegué).

    ResponderEliminar
  6. Interesantes reflexiones, el tema da para mucho más que mil esbozo de texto. Efectivamente, yo creo que hay lugar para el optimismo y que si somos capaces de adaptarnos a los nuevos tiempos sin dejarnos llevar por el picoteo y la excesiva dispersión, ni tampoco caer en el encasillamiento por la excesiva oferta, podemos sacar muho provecho y disfrute de esta situación que ni hubiéramos soñado hace tan sólo 20 años.
    Y en cuanto al tema que plantea Carlos de los mediadores, yo pienso que la democratización que ha traído consigo la red no puede ser más que positiva, bien es verdad que al igual que con la música la sobredosis de información es brutal.

    ResponderEliminar
  7. De acuerdo en lo positivo de la "democratización" pero quizá tenga el pero de que muchas voces muy interesantes se pueden diluir en la ancha red y otras mediocres, con medios para destacar, convertirse en referentes. En todo caso, a día de hoy, muchos formamos parte de comunidades virtuales muy pequeñas.

    ResponderEliminar